“Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación”. (Habacuc 3:17-18)
¿Cómo es que Habacuc se regocijó en tiempos difíciles? Lo que mayormente me impresiona es que él ve la situación desde un punto de vista real. Él explica detalladamente cuáles son las calamidades que pueden ocurrir. El prevé la pérdida total de una cosecha, la pérdida de todos los ganados; sin granos ni alimentación las ovejas y las vacas se debilitarán. Esto es lo peor que puede suceder en una finca. Pero Habacuc mira esto de otra manera. El encara la realidad en lugar de negarla. Él quiere tratar con la verdad y no con fantasías.
¿Qué nos cuentan Habacuc y Pablo sobre cómo puede hacerse esto?. Aquí está la respuesta del profeta: “Yo me regocijaré en el Señor. Me gozaré en el Dios de mi salvación”. Aquí está la respuesta del apóstol: “regocijaos en el Señor siempre, otra vez os digo, regocijaos”. Por lo tanto, esto no está en el poder de la voluntad humana o en una técnica psicológica, sino “en el Señor”. Para Habacuc fue el Dios de Abraham, de Isaac y Jacob. Para Pablo fue el mismo Dios que le fue dado a conocer en forma suprema a través de su Hijo Jesucristo. Él es el secreto de un gozo totalmente invencible. Dios es esa verdad y Él está con nosotros. Su fidelidad es duradera. Nada nos puede separar de su amor. Los recuerdos de sus misericordias pasadas y la experiencia de su presencia y fortaleza es lo que hace posible el regocijo. Nosotros decimos: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Esto incluye, lo crea o no, regocijarse en tiempos difíciles. Habacuc sabía esto; así como también Pablo. Millones de personas también han afirmado que esto es cierto. Yo soy uno de ellos, uno que ha sido invadido por el gozo aún en medio de problemas y tristezas. Yo espero que usted sea uno de ellos también. Yo sé que usted tendrá tiempos difíciles y deseo que también tenga gozo en medio de ellos.
Para que esto sea así, déjeme recordarle a nuestro salvador Jesucristo. Él es a través de quien el amor de Dios llega hasta nosotros para ser sorprendentemente real. Él es quien murió por nuestros pecados y resucitó de la muerte a una vida sin fin. Él es quien envió su Espíritu al corazón de su pueblo, dándoles el poder de regocijarse en lo peor de las aflicciones. Si usted reconoce sus necesidades delante de Dios, su pecado, sus equivocaciones, la dureza de su corazón y le da la bienvenida al Cristo resucitado como su Salvador, llamándolo Señor, El vendrá a ser su vida. Entonces, como los profetas y apóstoles, usted podrá enfrentarse al futuro sin temor. Se enfrentará con lo mejor o lo peor y podrá decir: cualquier cosa que venga, “yo me regocijaré en el Señor. Me gozaré en el Dios de mi salvación”.
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